La poda de invierno: el descanso vital de la vid
Por Jesús Díez
El ciclo natural de la vid después de la vendimia
Una vez que hemos vendimiado las uvas en su punto óptimo de madurez —entre septiembre y octubre en el hemisferio norte, o marzo y abril en el sur—, la vid entra en un periodo de reposo vegetativo.
Este momento es esencial: la planta recupera energía para la producción del año siguiente, en un proceso biológico que forma parte de su fenología natural.
Tras la vendimia, el corte de los racimos provoca un aletargamiento en la cepa. La planta modifica su metabolismo y deja de suministrar alimento a las hojas, que comienzan a caer. Este proceso se acelera con el viento, el frío o la lluvia, dejando la vid completamente desnuda.
La savia desciende entonces hacia las raíces: es el inicio de la dormición, una etapa de descanso de la parte aérea, mientras las raíces continúan activas y fortalecen el sistema subterráneo.
Sarmientos maduros y preparación para la poda
Durante el invierno, los sarmientos o varas de la vid adoptan un tono marrón y una corteza firme, señal de que han madurado junto con las uvas. En algunos casos, pueden utilizarse después para reproducir nuevas plantas mediante tratamientos adecuados.
Durante noviembre y diciembre, la vid permanece en reposo, y es a partir de enero o julio (según el hemisferio) cuando comienza el proceso de poda.
La importancia de la poda de invierno
Llegado enero, el viticultor inicia la poda: el corte de los sarmientos que crecieron el año anterior. Este trabajo permite dar forma a la vid, rejuvenecerla y mejorar la calidad de la próxima cosecha.
La poda es fundamental, ya que renueva los tejidos productivos y estimula la circulación de nutrientes. Sin embargo, también representa un momento delicado para la planta, por lo que conviene sellar las heridas y quemar los restos de poda para evitar plagas o enfermedades.
Tipos de poda y precauciones
Existen varios tipos de poda, que el agrónomo o viticultor elige según el clima, tipo de planta y objetivos de producción.
Primero se realiza una pre-poda, donde se eliminan las varas más largas con maquinaria, dejando unos 30 a 40 centímetros de sarmiento. Posteriormente, se efectúa la poda fina, que se hace a mano con tijeras para dar forma definitiva a la planta.
Es importante evitar temperaturas extremadamente bajas durante la poda fina, ya que podrían dañar los brotes nuevosque se formarán en primavera.
El valor del invierno en el viñedo
El invierno es una etapa crucial en el viñedo. Las plantas duermen, recargan energía y se preparan para brotar con más fuerza.
En regiones de clima mediterráneo, como Burdeos, Rioja o Ensenada, esta estación coincide con las lluvias más intensas. Incluso la nieve actúa como un suministro gradual de agua, que se filtra lentamente en el suelo.
Además, las bajas temperaturas ayudan a eliminar plagas y patógenos, y estimulan la producción de hormonas naturales en la vid.
Gracias a ello, cuando las nuevas yemas brotan, lo hacen con vigor, equilibrio y salud, garantizando una base sólida para la siguiente cosecha.
Coberteras y vida del suelo
Mientras la vid descansa, el viñedo sigue vivo.
Durante esta época, muchos viticultores siembran cultivos de cobertura o coberteras entre las hileras. Estas plantas, como gramíneas o leguminosas, ayudan a mejorar la fertilidad del suelo.
Aportan materia orgánica, oxigenan el terreno y fijan nitrógeno, recuperando los nutrientes perdidos durante el ciclo anterior.
En algunos casos, especies como avena o frijol también se utilizan para controlar el exceso de humedad en zonas específicas, como ciertos valles chilenos.
Estas prácticas forman parte de una viticultura orgánica y biodinámica, que busca mantener el equilibrio natural del viñedo.
Abrazos,
Jesús Díez